miércoles, 2 de mayo de 2012

Duodécimo día. Belorado-San Juan de Ortega

Salgo a las 8'45. Llego a destino a las 4´30. Han sido 8 horas de camino.
Las ampollas que no me curé ayer, me están pasando factura. Me están doliendo. Además también me duele el tobillo. He tenido que caminar tan despacio, que creo que no venía nadie detrás de mí. En muchos momentos tampoco tenía a nadie por delante, y me daba la impresión de estar sólo, de haberme perdido..., pero no. Enseguida veía alguna flecha amarilla.
Hoy me he cruzado con los caballos del otro día de lluvia. Hoy sí que les he podido sacar fotos.
Por cierto, son dos mujeres las que llevan los caballos. Más tarde se les juntó una tercera mujer, de unos 60 años, con un aspecto extraño. Sombrero de cow-boy y unos pelos largos y despeinados que le llegaban a la cintura.
El día ha sido bueno, aunque un poco frío en algunos momentos, motivado por el viento.
Cuando llego al hotel, veo que tiene la recepción a 100 metros, en el llamado bar Marcela. Después de inscribirme y pagar por adelantado me dan la llave de la habitación. Pregunto por la cena y me dicen que las cenas las sirven a partir de las 7. Que me acercara a esa hora.
Es la habitación destinada a minusválidos. La ducha una gozada porque no tiene ningún tipo de obstáculo, y es comodísimo ducharse en ella.
Me curo las ampollas de los dos pies. Como no hay internet, llamo a Nieves y hablamos un buen rato por teléfono.
A eso de las 6´15 me voy al bar. La gente ya está haciendo cola para cenar. El camarero toma nota de la lista de espera. Me dice que como voy sólo, tendré mesa sobre las 7´30.
En el bar sólo caben 2 mesas, y la zona de restaurante tiene 4 mesas más. Esperando habrá como 20 ó 30 personas. El local es muy pequeño para la gente que hay.
Por fin, a las 7´45 me llaman y me dan una mesa de 4. Sin decirme nada colocan a tres chicas alemanas en mi mesa. Me he cruzado con ellas varias veces durante el camino en estos días. Una de ellas hablaba algo de español y me ha preguntado si hacía sólo el camino.
Para cenar sólo tenían platos combinados a base de tortilla francesa, morcilla de Burgos, ensalada y empanada de atún.
Yo he pedido empanada de atún y ensalada, pero me han servido también la morcilla. Como no me gusta, se la he ofrecido a las chicas. Les ha encantado. Me ha preguntado si estaba hecha con sangre, y se lo he confirmado. También lleva arroz. Una de ellas no la ha querido probar.
Todas las mesas estaban ocupadas por alemanes, excepto una. Todos comiendo morcilla. Se notaba que les gustaba. Han dejado los platos relucientes rebañándolos con pan.
En eso, el camarero que estaba sirviendo los postres en la mesa de al lado , les dice que tienen que tomar el postre en la barra, porque tenía un compromiso con clientes de una agencia y no podía atender los postres. Los alemanes de al lado, entre que eran extranjeros y que no entendían nada, se levantaron de la mesa para ir a la barra. Las chicas de mi mesa estaban alucinando poniendo caras raras.
Cuando se acercó el camarero, le pedí los postres, y me dijo lo mismo que les había dicho a la mesa de al lado, pero le contesté que ese no era mi problema. Estábamos cenando y faltaban los postres. El camarero no tuvo más remedio que servir dos helados que pidieron las alemanas.
Después le dije al camarero que eso nos lo tenía que haber dicho antes de darnos la mesa, y no cuando estábamos terminando de cenar.
En resumen un servicio nefasto.

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