martes, 15 de mayo de 2012

Vigésimoquinto día. Astorga-Rabanal del Camino

Ya estamos a 15 de Mayo. Son las 7 y media de la mañana. Desayuno en la cafetería del Hotel La Peseta. En la plaza están montando un puesto ambulante de frutas y verduras. Creo que van a llenarla de puestos de diferentes cosas.
Son las casi las 8 y comienzo mi andadura. Las previsiones del tiempo de hoy son buenas, pero en el momento de salir debíamos estar a 8 ó 9 grados. Bastante frío. Pero se podía soportar muy bien. Al cabo de un rato ha ido subiendo la temperatura y ha llegado a hacer algo de calor pero muy suave, calculo que 24 ó 25 grados. Al principio de la mañana el frío ha ido acompañado de algo de niebla que al cabo de un rato se ha disipado.
La etapa bastante llana, excepto al final. El camino bastante malo, en subida y lleno de piedras y raices de los árboles.
Con la etapa de hoy, ya he cubierto 488 kilómetros. Ya estoy cerca de ver la meta.
Rabanal del Camino, sólo tiene una calle, asíes que he encontrado el hotel sin problemas. La habitación es amplia, con tres camas. Da a una amplia terraza común a tres o cuatro habitaciones. Con dos tendederos. He aprovechado el sol que hace, para lavarme varias prendas de ropa. Lo he hecho antes de bajar a comer. Lo he tendido todo y a las 5 y media ya estaba todo seco.
Para comer gazpacho andaluz y jamón al horno. De postre natillas caseras. Bien pero sin pasarse.
Lo calificaré con un 5.  
Por la tarde, como no tenía ganas de cenar, he tomado en la barra del bar una cerveza y un pincho de tortilla. En ese momento, se acerca una señora con acento argentino, pero que al parecer viajaba con un grupo de americanos. Por lo visto viajaba sola, y le han asignado una habitación en el ático del edificio. La señora empieza diciendo si la habitación que le han dado es para los enanitos, porque tiene que caminar agachada por la habitación. Además ha tenido que matar miles de moscas, y que por cierto una le ha picado en la frente. El camarero no sabía dónde meterse. En voz baja, y dirigiéndose a mí decía que nunca habían tenido problemas con el ático. La señora, que no paraba de moverse por el pequeño bar, dice: " Bueno, pues que me den una copa de vino pero del bueno, y nada de que la botella esté empezada. Quiero que me abran una botella". El camarero, alucinando, le da la carta de vinos, pero le dice que si le abre la botella, se la tiene que cobrar.







En la aldea no puede faltar la pista de padel




Patio del albergue donde he parado a almorzar












Ermita del Bendito Cristo de la Vera Cruz (siglo XVIII)









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